Una promesa aplazada habíamos hablado de que teníamos que ir un día a una playa paradisiaca y solitaria para poder quitarnos la ropa, entrar en contacto con la naturaleza y no tener las odiadas marcas de bikini.
Por fin ya estábamos allí, echarnos atrás no era una opción. envalonentadas unas con las otras íbamos a disfrutar de un día de mar y arena solas, y nada ni nadie nos lo podría estropear. Habíamos estado cuidando nuestros cuerpos durante todo el invierno, así que ya era hora de lucir nuestra silueta perfecta y nuestras preciosas tetas a la vista de todo el mundo.
Nos desnudamos unas a las otras y nos embadurnamos con la blanca arena....
Una playa perfecta, que convertimos en playa nudista para disfrute de todos. Estábamos en medio del mar, de modo que el estruendo de las olas nos sumió en un estado de relax y felicidad absoluto.
No nos importaba para nada el hecho de estar desnudas al lado de otras personas
Aquel día en el que nos habíamos disfrutado y relajado tanto era el momento ideal para abrirme por completo y contarnos toda la verdad.
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