Mostrar huellas en la arena:
Pero claro, no podían ser solo huellas de pies. Tenían que contar una historia, sugerir movimientos, recordar la presencia de alguien que ya no estaba.
Primero intentamos con pisadas. Luego sin pisadas. Después con marcas del cuerpo. Y cuando parecía que lo teníamos, resultó que también hacía falta una sombra bien definida, al atardecer, con el sol en el ángulo perfecto.
La arena, mientras tanto, seguía haciendo lo suyo:
Borrar todo rastro con el viento y las olas. Como diciendo:
-“Miren qué bonito… pero no se apeguen demasiado.”
La imagen quedó nostálgica, evocadora… y solo un poquito frustrante. Porque lo que más quedó claro de todo esto es que intentar capturar lo efímero es un reto tan absurdo como entretenido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario